(Este poema fue publicado en la antología Memoria y Euforia, de la editorial Hipálage, Sevilla, 2012)
Ese ¡ay! que susurraste en un quejido
se prendió en mi pensamiento de una rama,
y es un ¡ay! que desde entonces se derrama
mansamente al corazón desde el oído.
Ese ¡ay! no fue escuchado, fue vivido,
y abrazándolo a tu ausencia de mi cama
su recuerdo con mi sueño se amalgama
y otro ¡ay!, a tu costado, solo pido.
Quiero un ¡ay! que me llegue con tu aliento,
que se vierta a mi garganta de tu boca,
que me beba con un trago de saliva.
Sólo un ¡ay! que me sirva de alimento.
Que sofoque, suave, este ¡ay! que se desboca
y lo salve de morirse a la deriva.
¡ay! (¡ay!) - ¡ay - / ¡ay! : ¡ay!
ResponderEliminarLos suspiros, quejidos, gritos de amor y de dolor, exclamaciones sorpresivas, ronroneos, sonidos guturales de complacencia, etc etc etc son el lenguaje más atávico y el más difícil de falsear. Por eso valen más que mil palabras, también. Gracias por los tuyos... Vaya, que me has repasado... : )
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