La nada.


      Y por fin publiqué mi novela "La nada": 1500 páginas inmaculadas y sin una sola palabra, donde llevaba al límite la exigencia de que el lector se implicara en el texto incitándole de manera tácita a recuperar la historia que yo había tramado.

   La críticas fueron muy positivas. Excepto algunos disidentes que denostaron la inconsistencia de un par de pasajes, la mayoría elogió el engarce preciso del argumento y cierta rudeza en el estilo que encontraban transgresora. Los más exagerados hablaron incluso de la inauguración de un nuevo género y una nueva forma de entender la literatura. Nunca creí sinceramente en la veracidad de tales aseveraciones, pero lo importante es que el público apoyó decididamente el libro con su beneplácito y estipendio, y encabezó la lista de los más vendidos durante los dos años siguientes.

      Tras algunos premios, llegaría la película. Revisé cuidadosamente el guión folio a folio, no obstante, y aunque con ímprobos esfuerzos el equipo había reducido las 1500 páginas de la obra a solo 1130, la densidad argumentativa inherente al relato no cupo en la tradicional hora y media de metraje, y "La nada" ocuparía finalmente ciento ochenta minutos de pantalla en blanco. El público, siempre fiel, acudió en masa a la cita, aunque muchos consideraron que no conseguía captar del todo el espíritu original de la novela. A pesar de esto, la academia la bendijo en 2016 con varios Goya, entre ellos el de mejor película y mejor guión adaptado.

      En estos primeros tiempos me demandaban con asiduidad como conferenciante, y yo intentaba aportar alguna nueva idea sobre asuntos que ya había desmenuzado hasta la saciedad tanto crítico, tanto jurado, tanta reseña. Pronto resolví que era más inteligente (y también venía más al caso) permanecer callado y mirar directamente al auditorio durante el tiempo que se me hubiera requerido. Si la disertación finalizaba con una ronda de preguntas, solían sucederse los turnos de igual modo, entre manos alzadas y sesudos silencios. Al cabo fueron épocas felices, donde mi timidez habitual se acostumbró a los elogios de las grandes personalidades de la cultura hasta el punto de acabar por ni siquiera sonrojarme.

       Hoy mi novela es lectura obligatoria en 2º de Bachillerato. He de decir que la metodología con la que se aborda en las aulas no termina de agradarme, pues casi siempre las explicaciones son parciales y los alumnos realizan comentarios o resúmenes por capítulos, que consiguen reducir a una cuartilla completa y limpia con más o menos fortuna. Esta escisión impuesta desde fuera se me antoja artificial y rompe la estructura interna de la novela, provocando que se pierdan las abundantes relaciones anafóricas y catafóricas de la trama.

      Pero lo cierto es que tal éxito y tales circunstancias me permiten vivir con holgura, y muchos creen que esta es la razón de que no haya escrito la segunda parte de la obra, que me requieren desde hace tiempo editores y público. Huelga decir que no es ese el motivo de mi irritante sequía creativa. La admiración, tal vez la envidia, no les deja a ellos sospechar la verdadera causa; a mí la vergüenza me ha impedido confesarla. Solo mi psicólogo sabe del torrente de ideas que bulle en mi mente y de la imposibilidad de encontrar caudal lógico para desarrollarlas. De mis esfuerzos, de mi frustración, del temblor de mis manos, de los terrores nocturnos. Conocido el dianóstico, dudo si iniciar o no el tratamiento.

      Tengo el síndrome de la página en blanco.


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Agradecer a mi amigo Nicolás Jarqué la estupenda lectura de "La Nada" en el programa "La Radio en Colectivo", junto con otros relatos dedicados a los escritores y su mundo. Si queréis escuchar online el programa podéis acudir a esta dirección, donde os encontraréis interesantes relatos y buena música. Muchísimas gracias, Nicolás, no sabes el gusto que me ha dado escucharlo de tu voz.
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Este relato ha sido publicado en la antología 4 letras.

Primavera de microrrelatos indignados 2013. Como perros.

La Primavera de Microrrelatos Indignados pretende que durante tres días (21 de marzo, 18 de abril y 16 de mayo) la red se llene de microrrelatos indignados que denuncien el avance de la desigualdad social, las injusticias, los abusos de poder, las humillaciones colectivas, las corrupciones impunes o la desprotección social que en los últimos tiempos estamos padeciendo. Contribuyo en la última jornada de esta convocatoria con mi relato "Como perros". Ya sabéis. Nos vemos en la alambrada. 


             COMO PERROS.          

      Tras la estupefacción inicial, el señor Martín Álvarez suspira. Hace ya cinco años que se acogió a la iniciativa solidaria "Acoge a un parado", mediante la cual permitía, de manera completamente altruista, que uno o más desempleados trabajaran para su empresa. Lo convencieron la exención fiscal y el conmovedor eslogan de la campaña:


      Don Martín siempre se enorgulleció de sus apadrinados: tipos inteligentes (ingenieros, transportistas, abogados) que cuidaban sus negocios y sonreían si les rascaba tras las orejas;  hombres con el estómago cerrado tras años de inactividad laboral, que sobrevivían con sobras y dormían al raso. Inspirado por ellos y por su entrega se atrevió a sugerir a la Asociación una nueva frase publicitaria:


      Por eso no entiende la reacción de su último contable. Esta mañana parecía cansado y ha intentado espabilarlo de una patadita, pero en lugar de apurarse, Ramirito Pérez ha emitido un sonido sordo similar a un gruñido.  Los demás se han vuelto, atemorizados.

      Tras la estupefacción inicial, el señor Martín Álvarez suspira. Y le pega el tiro de gracia para que no propague la rabia.