El sordo Joe tocó durante meses en todos los garitos de Chicago sin que nadie sospechara de sus tímpanos inservibles. Hasta que corrió la voz y le cortaron las falanges, una por una, pues solo la colaboración del diablo podía explicar que un negro sordo interpretase unos ritmos desconocidos que enajenaban a los blancos. Ignoraban que no necesitaba los oídos, pues aquella música nueva nacía y restallaba en las mismas vísceras. Por lo mismo, amputarlo tampoco sirvió: el rock-and-roll continuó anegándole los pulmones, horadándole las tripas y recorcomiéndole el corazón. En la sombra, sin permitirse figurar en las portadas, Joe ayudaría a componer los primeros éxitos de los 50.
Cualquier duda sobre su sordera fue disipada cuando un Bentley lo arrolló en plena calle Maxwell. Falleció sin haber oído aquel claxon, pero con todos sus órganos estremecidos por el vibrante cosquilleo de un último cuatro por cuatro.
Por eso, al escuchar un buen riff de guitarra, uno puede sentir una repentina falta de aliento, el pulso desbocado y arrítmico, o algunos espasmos eléctricos recorriéndole el estómago. Es el espíritu nostálgico del sordo Joe, que a veces usurpa otros cuerpos para saborear de nuevo en sus entrañas la sacudida violenta de un auténtico rock.
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"El efecto Joe" ha resultado finalista en el III certamen de microrrelatos Micro-Rock. Todo un ejemplo de cómo organizar un concurso, animando a los participantes desde su página web y su facebook, creando expectación sobre los resultados, montando una gran fiesta en Laredo (Cantabria) de anuncio del fallo, presentando en vídeo al jurado y editando un libro y una edición digital con los 15 finalistas. Así que muy agradecida porque hayan escogido el mío entre los 409 relatos presentados, pero sobre todo, por la ilusión y el cariño con que llevaron el certamen. Os animo a todos que participéis en el próximo Micro-rock (ellos sí que saben) y os enlazo con LA PUBLICACIÓN de ganadores y finalistas.