De Marieta me gusta todo, desde el dedito gordo del pie hasta ese rizo moreno y rebelde que le cae sobre la frente. A Marieta me la comía en cachitos: sus pechos, su cintura estrecha, sus orejas pequeñitas y esas pestañas largas, batientes, de mariposa en verano. Adoro todas sus fracciones, mi Marieta, tan bonita, que me la estrujo, que me la troceo, que me bosteza ¡Qué cansancio! mientras se pinta las uñas o se alisa el pelo o lima sus talones para que estén suavecitos. Boba, estás más linda partida, le contesto, porque todas tus partes son lindas... Entera no, entera no.
Y así pasan los años: el mundo se moderniza, nuestros niños crecen, la ciudad progresa, Marieta se envejece dedicada a sus fragmentos, esos párpados que caen, esa mano que se agrieta, esa boca que grita, esa boca que grita, esa boca que grita y que no deja de gritar.
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Esta es la historia que me inspiró la imagen de Stanley Kubrick (sí, el director), propuesta como disparador desde el blog EL BIC NARANJA