Todo esto está a tu alcance.


    Hace meses la ve al lado de la chimenea: es una mujer espigada, ante una luz intensa, con el pelo rojo, con estriadas alas de libélula. A veces, cuando se mueve, vislumbra entre las telas algunas sombras detrás: ha creído reconocer a su mujer, a su bendita madre, incluso al amigo del bar, con su sempiterno periódico bajo el brazo. Pero tiene miedo de ir a su encuentro.

    La mujer utiliza cualquier artimaña para llamarle. Susurra, cacarea, ulula, hay días en los que se impacienta y golpetea con el pie la tarima, otros llega a enfurecerse y le arroja pequeñas cuentas de río. Puede soplar un matasuegras, bailar con un sombrero raro al tiempo que arroja confetis y deshilacha serpentinas, o arrastrarse silbando como serpiente de campo. Esta mañana se entristeció ante su enésima negativa y se puso a sollozar como una chiquilla. Y ayer fue aún peor:  musitando "Ven ven, ven con nosotros, deja ya de sufrir", la mujer se despojó de su túnica y separó las piernas ofreciéndole su sexo abierto como ciruela mordida. 

    Sus promesas de un mundo mejor son tentadoras: le enseña atardeceres ambarinos, le ofrece uvas y martini, le sopla con frescor de brisa de menta o extiende amorosa ante la chimenea una mullida manta de pelo, según sienta calor o frío. "Todo esto está a tu alcance", le anima. Las fuerzas de él comienzan a flaquear. Un día se levanta del sillón y, mientras está entretenida desentonando La traviata, se le encamina despacio con una mueca de derrota y simplemente le tiende la mano. Cruzan. Ella le besa dulcemente en los labios y se desvanece.

    Al otro lado escucha un grito y siente la mano de su propia mujer apretando con fuerza la suya. Abre los ojos aturdido, la ve al pie de su cama de hospital y le cuesta reconocerla, tan desfigurado tiene el rostro por la mezcla de risa histérica y torrente de lágrimas. Se oye, alta y multiplicada, la palabra “enfermera”.

    Por fin ha salido del coma.



4 comentarios:

  1. Esa mujer detrás de las cortinas me hace suponer que es la muerte pero menos mal que se desvaneció con el beso de la vida.

    Un gusto enorme leerte.

    Serge.

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  2. Gracias por hacerlo siempre, gatito. Creo que le quería ayudar, pero estaba un poco loca : ). O no, no sé, a lo mejor era cruel pero se arrepintió en el último momento y le enseño la salida. Estoy puliendo viejos textos porque necesito un lugar en red para guardarlos. Gracias por acompañarme, bonito.

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  3. Guaoooooooo...impecable. Con un final de perlita. ¡Bravo!

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  4. ¡Gracias, preciosa, me alegro de que te haya gustado!
    Conclusión: Los designios de las mujeres libélula son inexcrutables : ).

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