De oficio, José Manuel Ortiz Soto



 Buscó en su cara un gesto, un parpadeo... un signo cualquiera que la ayudara a reconocer en aquel desconocido al hombre que esperaba. Pero el muy bastardo seguía sin aparecer, y ella cobró el servicio.

José Manuel Ortiz Soto, Cuervos para tus ojos.

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